1 de noviembre

Premonición. Podría ser el título de esta reseña. Si hubiera decidido ponerle títulos a las entradas de mi diario, claro. Si la entradas de un diario las merecieran, si las entradas del diario de alguien como yo las merecieran.
El caso es que esta es la palabra que me ha venido a la cabeza cuando he recobrado la poca entereza que me queda. Hoy he visto a Liza, como en un destello, como cuando hay un punto de luz que bailotea cerca de tu pupila, y te hace voltear para descubrir que tan sólo se trata de un brillante reloj que alguien porta en la muñeca.
Así he visto yo a Lisa hoy. Iba haciendo mi ruta habitual de paseo, cuando algo -y supongo que los autores de intriga es lo que denominan "espesarse al aire"- me hizo girarme en redondo, una orden de un marionetista brusco. Y ahí estaba, Lisa, radiante, caminando por la otra acera, pasando como una exhalación que ha durado horas. Cuando ha desaparecido, las manos invisibles que me sostenían me han dejado caer contra el duro pavimento. He conseguido recobrarme al cabo de un buen rato y he vuelto a casa notándome más muerto que de este mundo.

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