6 de octubre
Hoy, como tantos otros días, no me apetecía salir. Pero aún así he tenido que renunciar a la privacidad de mi hogar e ir al médico. Llamémosle doctor. No es que no tenga nombre propio; es muy callado. Da gusto verle trabajar: constante, meticuloso, sistemático... No entiendo como con esas cualidades no trabaja con impresoras y computadoras: el caso es que lo hace con personas, personas como yo.
No sé exactamente qué licenciaturas ostenta, porque en su gabinete no exhibe diplomas emmarcados ni tiene esqueletos humanos en las esquinas. Trabajo en un pisito agradable, vacío pero agradable.
Nada particular por lo demás. La sesión ha ido bien y he vuelto un poco entumecido a casa, pero dormiré bien y se me pasará, así que no me extiendo.
Es lo que tiene el escribir un diario sobre una vida mediocre. Probablemente entradas como ésta se vean repetidas a menudo.
Buenas noches.