6 de octubre

Hoy, como tantos otros días, no me apetecía salir. Pero aún así he tenido que renunciar a la privacidad de mi hogar e ir al médico. Llamémosle doctor. No es que no tenga nombre propio; es muy callado. Da gusto verle trabajar: constante, meticuloso, sistemático... No entiendo como con esas cualidades no trabaja con impresoras y computadoras: el caso es que lo hace con personas, personas como yo.
No sé exactamente qué licenciaturas ostenta, porque en su gabinete no exhibe diplomas emmarcados ni tiene esqueletos humanos en las esquinas. Trabajo en un pisito agradable, vacío pero agradable.

Nada particular por lo demás. La sesión ha ido bien y he vuelto un poco entumecido a casa, pero dormiré bien y se me pasará, así que no me extiendo.




Es lo que tiene el escribir un diario sobre una vida mediocre. Probablemente entradas como ésta se vean repetidas a menudo.

Buenas noches.

3 de octubre

Ya es hora.

De nuevo, recorro la vista por todos los rincones de mi habitación, en busca de una pista, una señal de luz que disipe mi indecisión y me anime a escribir.

Mi vida.

¿De qué sirve contar mi vida? ¿la de alguien? Tengo la teoría de que la gente escucha vidas ajenas en busca de problemas ajenos. Es lo que nos hace humanos. Muchachas con el corazón roto comprar revistas de quinceañeras para comprobar que no son las únicas que se han sentido tontas, y que las otras desgraciadas que escriben a la editorial están pasando momentos similares.

Pero no me apetece contar penurias.

¿De qué hablaría? Ah, ya. La melancolía. Ése es un mal que nos arrastra a todos, aunque por suerte nunca es suficientemente fuerte como para hacernos olvidar de que hemos de mirar al frente. ¿Que qué debería contar que fuera melancólico, triste y dulce a la vez? Quizá de Lisa, pero ya no tiene sentido. He tardado años en aplacar sus fantasmas, aunque todavía la recuerdo.

Vivo con mi madre, solos. Lo de "solos" va con rintintín, porque mi madre no tiene demasiadas amistades, y yo probablemente ninguna. Aunque nos va todo bien.

Sinceramente, si esto tiene que ser una tarea de curación, no está yendo a buen puerto, pero entre los laberintos de la psicología incluso así sirva de algo. Aunque no sé el qué.

Quizá por hoy ya haya escrito bastante. Al fin y al cabo, ¿qué no se ha dicho ya sobre la vida de un barcelonino?